Crochet con Sam y Julia

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Queridos lectores:

Me alegra mucho que tengáis este maravilloso libro en las manos. A lo mejor ya me habíais leído o quizá conozcáis “La casa de los ratones” de alguna visita que hayáis hecho a Ámsterdam. Estoy encantada de seguir compartiendo mi creación con vosotros.

En 2008 decidí escribir un libro infantil, deseo que albergaba desde hacía muchos años para el que, por fin, hubo cabida en mi vida. Al pensar en qué tipo de mundo iban a vivir los personajes de mi historia, supe que era imprescindible que fuera un lugar seguro y respetuoso, en el que todos se sintieran bienvenidos. Quería que los protagonistas vivieran aventuras, conocieran a sus vecinos y vieran otras culturas y costumbres como una riqueza, y no como amenaza. Me pregunté qué pasaría si no dibujase ni pintase ese mundo, si simplemente lo creara con todo tipo de materiales, y fue así como empecé a tejer una diminuta manta de patchwork. No fue una decisión arbitraria; al fin y al cabo las mantas simbolizan calor y seguridad. Cuando terminé de tejerla, la manta requería una cama, y la cama, a su vez, necesitaba una habitación. Casualmente tenía en mi cuarto una caja de cartón vacía, y se me ocurrió ponerla encima de la mesa y hacer cuatro habitaciones pequeñas dentro; así se convirtió en la casa en la que entraría Sam a vivir. Durante tres años empecé a crear historias y a aumentar el número de habitaciones hasta lo que ahora se conoce como “La casa de los ratones”.